




“ Yo me espejo tú te espejas”
1° Premio , Categoría adultos, Certamen Nacional organizado por el diario “ La Idea” , en su 90° aniversario . Octubre 2005“
Yo conocí de chico ese horror de una duplicación o multiplicación espectral de la realidad, pero ante los grandes espejos, su infalible y continuo fortalecimiento, su persecución de mis actos, su pantomima cósmica, eran sobrenaturales, entonces, desde que anochecía...”
Isabel pronunciaba este fragmento en voz alta, pertenecía a un cuento de Borges. “ Los espejos velados “ y se sintió identificada, ella siempre había demostrado inquietud ante los espejos, por eso leía mucho sobre ellos.
Estaba sola en la inmensa casona de sus abuelos, ya hacía varios años que ellos habían muerto. Necesitó pasar para dar una mirada final, antes que el antiguo inmueble sea vendido, para que luego, sobre ese terreno se levante un moderno edificio.
Sus ojos se entretenían recorriendo aquéllos espacio donde disfrutó de su niñez.
Cuando las penumbras anunciaban la caída de la tarde, decidió quedarse hasta el día siguiente. En la biblioteca se demoró leyendo ese fragmento, que casualmente estaba subrayado y de pronto, súbitamente su cuerpo se estremeció. Recordó como desde niña la aterrorizaban los espejos.
Giró hacia un costado y detrás de ella contempló cómo se estaba reflejando en el antiguo espejo. La luz de la pequeña lámpara que la iluminaba era tenue, desde la ventana las sombras del anochecer daban sus primeros pasos. No podía sentir miedo, ya era adulta y tenía que ser valiente. Para ver con nitidez su imagen, se acercaba muy lentamente, pero una impresionante sensación de terror la paralizó.
Recordó que desde siempre ese espejo en particular la había horrorizado, porque justamente allí hacía aproximadamente sesenta años, Agustina, la primera dueña del caserón, se había quitado la vida. Decían que se había ahorcado a raíz de una profunda depresión. Ella sabía la historia por intermedio de sus abuelos, quienes le habían contado que ese fue el motivo por el cual, la casa se vendió a muy bajo precio y ellos así tuvieron la oportunidad de adquirirla, con espejo y todo.
Estaba en una de las paredes, y como era de un fino cristal importado, así lo atestiguaba una amarilla etiqueta pegada al dorso, decidieron conservarlo.
Isabel, desde niña pensaba que ese espejo había sido el mudo testigo de aquella desgracia y que dentro de él guardaba la memoria de cada uno de sus antiguos habitantes.
No se sabe si por los nervios o por temor, las manos de Isabel comenzaron a elevarse, cada parte de su cuerpo empezó a sentir un frío sepulcral que llegaba hasta sus huesos. Temblaba, pero no podía moverse, estaba paralizada, porque detrás de la imagen de ella, que se reflejaba en el espejo, podía observarse como si fuera un péndulo, el cuerpo de una mujer ahorcada con impresionantes ojos blancos y exhorbitados, unas profundas ojeras grises y con la boca abierta dejando ver su lengua morada y terriblemente hinchada. Dio vuelta tras de sí, para ver qué había a sus espaldas, pero no vio nada, al volverse hacia el espejo nuevamente vio la figura espeluznante de la muerta. Intentó tomar una silla y romper el espejo, pero se sintió débil y sin fuerzas, a punto de desfallecer. Una extraña sensación la atraía hacia el espejo, era como un imán que intentaba atraparla, quiso rechazarlo, pero la arrebató y nuestra Isabel se encontró de pronto en otra dimensión, rodeada de personas que ya habían muerto, y que se acercaban con la intención de tomarla de la mano. Se resistió, trató de protegerse, sentía que esos cuerpos fantasmagóricos se multiplicaban como las imágenes infinitas que producen los espejos. Comenzó a correr, pero trastabillaba, caía, se incorporaba y veía que cada vez, esos seres de ultratumbas se le acercaban más, eran decenas y decenas en avanzado estado de putrefacción. Finalmente se desvaneció.
Cuando despertó se encontraba en la sala de un hospital.
Supo que se la había inyectado y que el médico sólo aconsejó un buen reposo, ya que a la brevedad la llevarían hasta la sala de operaciones para someterla a una intervención quirúrgica. La tranquilizó el pensar que aquel desagradable episodio había sido sólo un sueño.
Muy pronto sintió el ruido del movimiento de la camilla que la transportaba y también pudo comprobar cómo la dejaron allí, depositada en la morgue del hospital. Fue en ese momento que comenzó a gritar, para decir que estaba viva, pero su voz pasó desapercibida para los dos enfermeros que luego de transportarla abandonaron el lugar. Los muertos que estaban a su alrededor le dieron la bienvenida, y entre ellos estaba Agustina, la mujer que se había ahorcado en aquella casa que luego compraron sus abuelos.
“¿ Por qué?” Preguntó Isabel.
Y Agustina le contestó: “ Porque la casa será demolida y entre los recuerdos, te llevo a vos, que tantas veces te reflejaste en ese espejo. Cada espejo nos deja espejados, y una parte de nosotros va quedando depositada en él. La sonrisa, la emoción, el encanto, el llanto, la tristeza y los fracasos, todo se transmite. Algunos dejan más y otros menos”.
Agustina imprimió en el espejo su desesperación e Isabel su temerosidad.
Cuando llegaron los obreros para demoler la casa, encontraron a Isabel muerta frente al espejo roto.
¿Y usted, es el único que se refleja en su espejo?
Marta Muttoni